lunes, 1 de octubre de 2007

EDGAR MORISOLI

Pequeña Biografía del POETA
Nació en Acebal (Santa Fe) el 5 de noviembre de 1930. Edgar Morisoli, desde "Salmo Bagual" de 1957 -edición aumentada en 1959-, ha descripto una parábola poética que encierra, con el "Cancionero del río Colorado" de 1997, obras de altísimo vuelo como "Solar en el viento" de 1966, "Tierra que sé" de 1972, "Al sur crece tu nombre" de 1974, "Obra callada" en 1994 y "Hasta aquí la canción" de 1999. Sus últimas obras publicadas fueron "Bordona de Otoño/palabra de intemperie" (1998), "Hasta aquí la canción" (1999), "Cuadernos del rumbeador" (2001), "La lección de la diuca" (2003) y "Última rosa, última trinchera" (2005).
Suma a su obra literaria, publicaciones del Instituto de Estudios Regionales, del Seminario de Literatura Regional, de la Dirección de Cultura de La Pampa, vinculadas con la cultura de la región y que influyeron en el pensamiento provincial.
La repercusión de su obra excede largamente los límites provinciales, considerado entre los más importantes poetas nacionales. Muchos de sus poemas han sido musicalizados.
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A continuación tengo el agrado, en forma de primicia y con la autorización de Don Edgar Morisoli de presentar dos poemas , "Sangre azulera" y "Rapsodia de los olvidos", que formarán parte de su nuevo libro "Tabla de Naufrago" (Ediciones Pitanguá) de pronta aparición. Realmente es un honor tener este privilegio de parte del mayor Poeta pampeano. Gracias.
Osvaldo Rosembach

SANGRE AZULERA


A la memoria de doña Eustaquia Morales Vda de Cortés,

nuera de la “Reina Bibiana”, en Colonia Catriel,

a comienzos de los `60.

Llegaron a la Costa tras un éxodo amargo

y un incierto futuro,

media centuria antes que nosotros.

A algunos conocí: Mariluán, Guindo,

Cheuquel... y sobre todo

a doña Eustaquia, hija de “El Cautivo” Morales. La gente de Bibiana.

Con ella conversé. Ya había dejado

“Puesto Cortés” –al Sur, un par de leguas-,

allá por “Medanito

de Los Barreales”. Los corrió el petróleo,

un nuevo tiempo que instauró una nueva

riqueza, una nueva pobreza. El pueblo mismo

cuyo nombre los nombra,

se soñaba ciudad. Eustaquia era

comadrona mentada

-es fama que jamás falló en un parto-,

y hechos a toda adversidad.

Confiaron sus poco animales a pariente o amigos,

y afrontaron sin miedo un mundo que cambiaba.

¿Recordar? –Recordaba más de lo que decía,

estoy seguro. Pero la tristeza

o el orgullo paisano de defender lo propio

con armas de silencio...

Hablamos de Benigar

y Sheypukiñ: nombró a las cultruneras

(Marcelina Parada, Catalina

Currumil), y también al oficiante

del camaruco: Juan Huaifil. Su rostro

nostalgió una sonrisa

cuando contó del canto tayil. Lo oyó de niña

(¿Por Guaminí, quizás?)

y ya en esta comarca lo siguieron cantando las abuelas

“Allá en El Aguará, la costa abajo...”

Murió de ochenta años. Raigonosa,

esa sangre azulera todavía da gajos, da flores y da frutos

RAPSODIA DE LOS OLVIDOS


“No Hay que confundir olvido

con no querer recordar,

y lo que el tiempo ha perdido

con mañas para ocultar

algo en verdad sucedido

que quien manda ha decidido

no se deba ni mentar.”

Desde las tornadizas riberas del Popopis
al austral Onashaga (después nombrado Beagle),
¿Qué cosa habrá que no se llame Roca?

Pueblos, ciudades, calles, avenidas,
lagos, ferrocarriles, ventisqueros, quiosquitos
de mala muerte, escuelas, bastas jurisdicciones
territoriales, cerros, colonias, fiambrerías
de especiosos efluvios, plazas, cines, hoteles,
todo lleva su nombre.
(Julio argentino al frente, y a sus flancos
Rudesindo, Ataliva.)

Frente a notoriedad tan abusiva,
conviene recordar
un inicuo episodio a menudo olvidado. Me refiero
“Arreo de indios” (aunque el rótulo
que consignan los partes se: “Traslado
de prisioneros”. Impecable. Neutro.)

Eran hombres rendidos: se habían entregado
a la Nación. La “chusma” –es decir, sus familias,
con ellos las mujeres, los ancianos, los niños.
Pasaban de seis mil los “sometidos
al gobierno”. E igual fueron arreados
hacia lo que llamaban los “Depósitos
de prisioneros” (Chos Malal, Valcheta,
Malargüe, Trenque Lauquen, Villa Mercedes o Martín García),
de a pie, por centenares de leguas, sin descanso
ni compasión. Caían al borde la huella
los enfermos, los viejos, los exhaustos. Las madres
próximas o recientes. Y caían
para no levantarse. Los dos tercios
murieron en la marcha, rematados
a cuchillo o a bala. así contó Rosario


Unepeo. Así también contaron
Félix Manquel, Laureana Nahueltripay, Antonio
Kalcuer... son testimonios de sevicia,
páginas de vergüenza. Por ellos, para ellos,
vaya esta trova que ojalá cobijen las guitarras del Sur.

*

Ya terminó “la limpieza”,
la tierra quedó vacía
o mejor decir vaciada
de gente y alma. Baldía.

Que vengan los “Suscriptores”
del Empréstito” a elegir
campos y aguadas; que el alma
no la podrán conseguir.

Silva Kürrüf por los montes
su canción de despedida.
Capaz que algunos volvamos
rastreando el alma perdida.

**

Ay, los que marchan al Norte
sin saber a donde van.
Ay, rumbo de los vencidos.
Ay, los que sombra serán.

La sangre buscó su cauce
sobre angustia y soledad.
la sangre encontró su cauce
para confiar su verdad.

Silva Kürrüf por los montes
su canción de despedida.
Capaz que algunos volvamos
rastreando el alma perdida.

II

Lo demás es sabido, mano de obra cautiva,
los que sobrevivieron al arreo

fueron distribuidos a yerbales

de Misiones, a ingenios tucumanos, a estancias

de jefes militares o de amigos

patricios. Las mujeres, privadas de sus hijos,

terminaron sirvientas. Y los niños

se dieron a familias “decentes y cristianas”

(Cualquier similitud con hechos ocurridos justo un siglo más tarde,
no es mera coincidencia). Vade retro.