lunes, 1 de octubre de 2007

SANGRE AZULERA


A la memoria de doña Eustaquia Morales Vda de Cortés,

nuera de la “Reina Bibiana”, en Colonia Catriel,

a comienzos de los `60.

Llegaron a la Costa tras un éxodo amargo

y un incierto futuro,

media centuria antes que nosotros.

A algunos conocí: Mariluán, Guindo,

Cheuquel... y sobre todo

a doña Eustaquia, hija de “El Cautivo” Morales. La gente de Bibiana.

Con ella conversé. Ya había dejado

“Puesto Cortés” –al Sur, un par de leguas-,

allá por “Medanito

de Los Barreales”. Los corrió el petróleo,

un nuevo tiempo que instauró una nueva

riqueza, una nueva pobreza. El pueblo mismo

cuyo nombre los nombra,

se soñaba ciudad. Eustaquia era

comadrona mentada

-es fama que jamás falló en un parto-,

y hechos a toda adversidad.

Confiaron sus poco animales a pariente o amigos,

y afrontaron sin miedo un mundo que cambiaba.

¿Recordar? –Recordaba más de lo que decía,

estoy seguro. Pero la tristeza

o el orgullo paisano de defender lo propio

con armas de silencio...

Hablamos de Benigar

y Sheypukiñ: nombró a las cultruneras

(Marcelina Parada, Catalina

Currumil), y también al oficiante

del camaruco: Juan Huaifil. Su rostro

nostalgió una sonrisa

cuando contó del canto tayil. Lo oyó de niña

(¿Por Guaminí, quizás?)

y ya en esta comarca lo siguieron cantando las abuelas

“Allá en El Aguará, la costa abajo...”

Murió de ochenta años. Raigonosa,

esa sangre azulera todavía da gajos, da flores y da frutos

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